Terminar el colegio, la mejor estrategia para salir de la pobreza
Según Unicef, un chico que vive al cuidado de un adulto que no terminó la primaria es cuatro veces más pobre que aquel cuyos padres hicieron la secundaria; historias de los que sí logran estudiar
A los quince años, Laura Ferreyra quedó embarazada y tuvo que abandonar sus estudios. Hoy, con 27, tiene tres hijos y ellos fueron un motor para que ella terminara la secundaria. "Empezaba y no podía seguir. Se me complicaba con los horarios y no quería dejar a mis hijos a la noche", cuenta Ferreyra, para quien la educación es la mejor manera de conseguir un futuro mejor para ella y los suyos.
Y no está equivocada. Según el informe "Radiografía de la pobreza monetaria en la niñez en la Argentina", elaborado por Unicef y el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), la educación de la jefa o jefe de hogar es uno de los indicadores que determinan el nivel de pobreza durante la infancia y la adolescencia.
El estudio sostiene que un niño que vive al cuidado de un jefe o jefa de hogar que no completó la educación primaria tiene un nivel de pobreza monetaria cuatro veces más elevado que aquel cuyo adulto a cargo tiene secundaria completa o más.
"La tasa de abandono y repitencia en el nivel secundario está asociada en gran parte al perfil de hogar de los estudiantes. Quienes encuentran mayores dificultades para transitar su escolaridad en la secundaria son aquellos chicos cuyas familias no lograron completar sus estudios primarios y secundarios", sostiene Cora Steinberg, especialista en educación de Unicef.
Actualmente, cerca de 5,6 millones niños son pobres en el país y son muchas las iniciativas impulsados por el Estado y las organizaciones sociales para luchar contra esta realidad.
El orgullo de recibirse
Malena Ayarde y Gustavo González, los primeros universitarios de sus familias
Malena Ayarde y Gustavo González, los primeros universitarios de sus familias.
Hace tres años, Ferreyra escuchó sobre Ellas Hacen, un programa del Ministerio de Desarrollo Social que propone a mujeres en situación de vulnerabilidad oportunidades de trabajo y formación. La propuesta le pareció interesante y se convirtió en una de las titulares. A través de la articulación con el plan Fines, que permite que mayores de 18 años que adeudan materias puedan rendirlas y recibir su diploma, Ferreyra pudo terminar la secundaria. "Cuando terminé de estudiar me sentí orgullosa de mí misma. Era un sueño a cumplir", enfatiza Ferreyra.
Es que ayudar a los chicos con la tarea muchas veces queda fuera del alcance de los padres porque requiere un capital educativo específico que por su poca instrucción no tienen. A su vez, estos hogares, frecuentemente de bajos ingresos, demandan a sus adolescentes participar en la reproducción económica y social de sus familias.
"En algunas de las localidades más pobres del país, los datos del censo de 2010 arrojaron que más del 70% de los adultos no completaron sus estudios secundarios", agrega Steinberg.
Por otro lado, Sebastián Waisgrais, especialista en inclusión social de Unicef, agrega: "Así como el bienestar se hereda, ocurre lo mismo con la pobreza. Los estudios muestran que si los padres alcanzan estudios superiores completos la probabilidad de que un chico sea pobre se reduce a cero".
Según Ianina Tuñón, investigadora responsable del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la UCA, los adolescentes tienen cada vez más años de escolaridad en comparación con sus padres. De todos modos, esto no significa que puedan insertarse más plenamente en el mundo del trabajo. "Hoy se necesita un mayor nivel educativo para tener acceso a empleos a los que los padres podían insertarse con un nivel menor. Por lo tanto, queda claro que para ciertos adolescentes que viven en condiciones de vulnerabilidad la escuela no represente un medio para el ascenso social".
En esta misma línea, Tuñón agrega: "Se puso mucho énfasis en la universalización de la escuela secundaria, pero no en la calidad de la educación a la que acceden. Hoy, el valor que tiene la credencial educativa es distinto de acuerdo con la escuela a la que asistís y el barrio en el que vivís. La desigualdad en la calidad educativa es muy notoria".
El Plan de Inclusión Educativa Emaús es una propuesta de Cáritas Argentina que otorga ayuda económica a chicos que asisten a la escuela, además de un acompañamiento y un espacio de formación colectivo para los padres de familias en situación de extrema pobreza de manera que sus hijos puedan acceder y permanecer en el sistema educativo formal, fortaleciendo la función educadora de la familia.
"Hicimos una medición para ver cómo se usaba el dinero de la beca. Hace cuatro años los chicos gastaban en fotocopias, calzado, libros y traslados. En julio del año pasado repetimos la medición y vimos que había gastos en garrafa, luz y remedios. Esto nos indica que volvemos a condiciones de pobreza determinantes", analiza Javier Quesada, coordinador del área de educación de Cáritas Argentina. En relación con el plan Fines, Quesada ve que las madres que participaron ahora están en condiciones de dar una mano a sus hijos con las tareas de la escuela.
El secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, Matías Kelly, entiende que para un adulto es muy difícil poder terminar el secundario en turnos vespertinos, de 18 a 21, cuando tiene hijos. Por eso, cree que el plan Fines es una propuesta interesante porque se cursa en centros cercanos a los barrios, cuenta con horarios más flexibles y hay un tutor que hace seguimiento de las personas.
Actualmente, es obligatorio para aquellos que participan de programas como Ellas Hacen o Argentina Trabaja que terminen el primario o el secundario con el plan Fines.
"Para muchos adultos, la escuela es una frustración. Por ese motivo, cuando pueden terminar el colegio es un doble mérito, por ese miedo que arrastraban", destaca Kelly.
La voz de los protagonistas
Esfuerzo: "No sabía a quién preguntarle cómo era la universidad"
Malena Ayarde
19 años
Lugar: villa 21-24, Barracas
Profesión: estudiante de Trabajo Social
El papá de Malena Ayarde dejó de estudiar en la primaria porque tenía que vender sándwiches o pan casero para llevar dinero a su casa. Actualmente, le cuesta leer y escribir, y trabaja como personal de mantenimiento en un laboratorio. En cambio, su mamá terminó el secundario hace dos años.
Malena tiene 19 años, vive en la villa 21-24 y está por empezar a estudiar una carrera universitaria porque quiere convertirse en trabajadora social. Tanto ella como su mamá fueron a la Fundación Uniendo Caminos para que las ayudaran con los estudios.
"En ese espacio me siento muy cómoda porque los profes tienen algo especial que hace que te den más ganas de estudiar. El primer año me costó y ellos me ayudaron mucho", dice Malena.
Los padres de la joven hicieron un gran esfuerzo para que su hija pudiera ir a una escuela privada. Cuando la mamá estaba sin trabajo, vendía ropa en una feria para terminar de pagar la cuota. "Ellos me mandaron a un colegio privado porque creían que me iba a servir más", aclara Malena.
Los prejuicios de sus compañeras afectaron a la joven en la escuela. Cuenta: "Una vez le conté a una compañera que vivía en una villa y desde ese momento me dejó de hablar. Ese día, volví llorando a mi casa. La gente de la villa no es como todos dicen. Mi familia es muy laburadora, aunque no tenga estudios, siempre se las rebusca".
Cuando llegó el momento de elegir la carrera universitaria, Malena pensó en estudiar Farmacia porque era un deseo de su papá. "No sabía a quién preguntarle cómo era la universidad. No tenía amigas con interés en hacer una carrera universitaria. Era todo nuevo para mí. Estaba muy nerviosa. Finalmente, decidí empezar a estudiar Trabajo Social", detalla.
Al pensar en sus próximos objetivos, Malena enfatiza: "Siempre dije que iba a estudiar porque quiero salir adelante y mudarme a otro lugar. Mi mamá me enseñó que es importante tener una profesión. Cuando termine la carrera, voy a ahorrar para comprarles una casa a mis papás".
En familia: "Ahora es más fácil ayudar a mis hijos con la tarea"
Laura Ferreyra
27 años
Lugar: Rincón de Milberg, Tigre
Profesión: madre de tres hijos y titular del programa Ellas Hacen
Laura Ferreyra se anotó en el programa Ellas Hacen cuando estaba embarazada del más chico de sus tres hijos. La propuesta está pensada para mamás con más de tres hijos o con problemas de violencia de género. La posibilidad de contar con horarios flexibles que se amoldaran a los de sus chicos fue una ventaja a la hora de tomar la decisión. Ella asistía a las clases, con su hijo a upa, en un centro de jubilados en Tigre que queda al lado de la escuela de los dos mayores.
La rutina empezaba a las ocho de la mañana, cuando dejaba a los chicos en el colegio y ella iba al centro con el menor, que se convirtió en el mimado de todas las compañeras. Cuando los mayores no tenían clase, también acompañaban a la mamá en el curso. "Los profes les daban alguna tarea para que se entretuvieran. El más grande copiaba todo en su carpeta y después se lo mostraba a su maestra", relata Laura.
"Mis hijos siempre me preguntaban por qué no había terminado la escuela. Cuando retomé los estudios, para ellos fue algo lindo. A la tarde, hacíamos todos juntos la tarea. Cuando había que dibujar, ellos me ayudaban y hasta me tomaban la lección oral. Además, ahora para mí es más fácil ayudarlos y acompañarlos con sus deberes. Antes me costaba muchísimo entender una guía", cuenta Ferreyra.
Laura asegura que el programa le cambio la vida. Dice: "Allí me encontré con 25 mujeres que vivían distintas problemáticas, pero todas compartíamos un espacio para aprender. Estos tres años fueron para mí una experiencia muy linda. Ahora, quiero estudiar administración contable para pymes".
Ferreyra cuenta que su marido pudo estudiar hasta séptimo grado. Sin embargo, tanto para ella como para él es muy importante la educación de sus hijos. "Nosotros les transmitimos el mensaje de que tienen que estudiar para poder conseguir trabajo en el futuro. El mayor ahora es abanderado y eso me da mucho orgullo", destaca Laura.
Mejor futuro. "Quiero trabajar de algo que me guste, no de lo que hay"
Candela Ruiz
15 años
Lugar: Bajo Boulogne, Bs. As.
Profesión: alumna de la Escuela Media N° 4 de Boulogne
La abuela de Candela Ruiz nunca empezó la escuela. Sus padres llegaron hasta tercer grado. Ninguno en su familia pudo terminar la primaria. Muchos repitieron y luego abandonaron la idea de seguir estudiando. Ella tiene 15 años y vive en una villa en Bajo Boulogne, en un barrio cercano a la Ceamse. Le gusta mucho estudiar y planea hacer la carrera de contabilidad.
Muchas de sus amigas quedaron embarazadas y dejaron la escuela. Otros compañeros le decían que estudiar no tenía ningún sentido. Sin embargo, ella está convencida de que el estudio es el camino para salir adelante. "Hace cuatro años conocí a mi mejor amiga y ella también quiere estudiar contabilidad", relata.
"Mi mamá intentó volver a estudiar, pero como tengo una hermana que todavía es chica tuvo que dejar. De todos modos, dice que en algún momento va a terminar la primaria. A los 14 años, ella quedó embarazada y después empezó a juntar cartones con mi papá. Mientras, yo me quedaba con mi abuela. Ahora, mi papá consiguió un trabajo en Cliba y mi mamá es ama de casa y vende ropa", cuenta Candela.
La adolescente encontró en la Fundación Uniendo Caminos un espacio de apoyo escolar. La organización tiene el objetivo de crear y sostener una red de contención que integre la escuela, la familia y al joven, para que logren mantener la escolaridad y puedan completar el ciclo educativo primario y secundario.
Justamente su abuela es la persona que siempre le dice a Candela que es muy importante el estudio. Cada vez que aprueba una materia, la mamá se lo cuenta a todo el mundo. "Cuando estudio siento que puedo hacer algo de lo que mis papás estén orgullosos. Además, quiero trabajar de lo que me guste, no sólo de lo que hay", destaca.
Por otro lado, Candela cuenta que cuando le daban tarea tenía que arreglárselas sola. "Una vez un tío me ayudó con la tarea de matemática y me saqué un uno porque él tampoco sabía cómo resolverla. Ahora, cuando tengo dudas busco en Internet o pregunto en la fundación", resalta Candela.
Apoyo: "Mi familia me pide que la ayude con sus estudios"
Gustavo González
19 años
Lugar: villa 21-24, Barracas
Profesión: estudiante de locución para radio y televisión
"Vivir en la villa es para mí una de las razones para seguir estudiando", enfatiza Gustavo González, de 19 años. El joven es el primero de su familia en terminar la secundaria y comenzar un estudio superior. Hoy está haciendo la carrera de locutor para radio y televisión.
La mamá de Gustavo llegó hasta sexto grado y tuvo que abandonar los estudios para trabajar porque necesitaba el dinero para comer. Actualmente, Gustavo vive en la villa 21-24 y su mamá volvió a Paraguay, su país de origen.
Hace tres años, Gustavo se acercó a la Fundación Uniendo Caminos. "Me acerqué por mi prima. Ella no conocía a nadie y quería que la acompañara. Como me costaban algunas materias, me quedé y ahí conocí a muchos amigos. Yo terminé la secundaria gracias a la ayuda de la fundación", cuenta.
"La mayoría de mis amigos son los de la fundación porque los que tenía en el barrio se metieron en la droga o se fueron para cualquier lado. De chicos jugábamos todos los días juntos y ahora veo que ellos dejaron el estudio y están en otra", menciona.
Gustavo recuerda que cuando necesitaba ayuda con las tareas de la escuela su mamá no podía ayudarlo. Relata: "Desde chico me costaba mucho el abecedario. Mi mamá me decía que tenía que seguir intentando y que tenía que estudiar para poder ser alguien en la vida. Ser el único de mi familia que estudia una carrera por un lado se vive con presión y por el otro lado me incentiva más".
Cada vez que el joven aprendía algo nuevo en la escuela, quería contárselo a su mamá para que ella también aprendiera. Mientras ella cocinaba, él le contaba.
Además de estudiar, Gustavo trabaja en la organización Sumando. Su rol es dar charlas a los vecinos sobre temas ambientales. Por otro lado, tiene un programa de radio en el barrio.
Gustavo es el mayor de tres hermanos. "Mi familia se apoya en mí para que la ayude con los estudios. Como ellos ahora están en Paraguay, yo les mando mensajes y siempre les digo que lean mucho y que estudien", cuenta.
FUENTE: LA NACION