Parasitosis intestinal en Corrientes: entre la subestimación y la necesidad de cambiar hábitos
Es un problema muy común en la región y representa un alerta para la salud de grandes y chicos. La bióloga Francisca Milano explicó a ellitoral.com.ar los riesgos de minimizar sus consecuencias y la necesidad de promover cambios de conducta que ayuden a contrarrestrar su transmisión. FUENTE EL LITORAL
Por Roxana Feldman (@roxifeld)
Fotos: Nico Alonso (@nicolas_alo)
Algunos tipos de parasitosis son tan habituales en el Nordeste como lo son el chamamé y el chipá en la cultura correntina. Su presencia atraviesa diferentes clases sociales y es independiente de la edad de la persona. Sin embargo los ciudadanos tienden a subestimar el problema y no darle la atención que merece.
En la ciencia, a esta situación que afecta a la región la convierte en ‘endémica’, es decir, en un problema muy común en Corrientes y sus alrededores y, mientras se comparte un almuerzo en familia, o se disfruta de un día al aire libre, múltiples seres vivos que no se pueden detectar a simple vista o no se eligen voluntariamente como ‘compañía’, están conviviendo en esos momentos junto a las personas, lo que significa un riesgo latente para la salud.
Es importante destacar, en primer lugar, que cuando se habla de parasitosis se hace referencia a “asociaciones de dos organismos de distintas especies” en la que “uno de ellos utiliza al otro como recurso alimentario y en algunos casos de hábitat”. En general, explica Milano, “el parásito es más pequeño que su hospedador” y encuentra en el último “todos los requerimientos nutricionales” que necesita.
ALERTA PARA LA SALUD
Estos tipos de parásitos se denominan “endoparásitos” porque viven dentro del cuerpo del hospedador, más precisamente en ese órgano del ser humano y normalmente “desarrollan todo su ciclo biológico dentro del organismo”.
“Los parásitos para dispersarse y transmitirse tienen que salir al exterior de algún modo”, subraya la especialista y es aquí cuando comienza y se sostiene el problema para el ser humano. La manera en la que salen al exterior es a través de los quistes o huevos que forman los parásitos dentro del intestino y “que van a ser eliminados con la materia fecal”.
Esa materia fecal “puede tomar contacto con el agua o suelo” y cuando contamina el agua puede ser ingerida directamente por la persona o bien servir de riego de cultivos, contaminando los alimentos que serán consumidos posteriormente”.
Las parasitosis intestinales configuran “un serio problema de salud” y además es un tema delicado porque “afecta principalmente a los niños”, pero “también perjudica a los adultos”, independientemente de las “condiciones socioeconómicas”.
Esta información es importante porque derriba una especie de idea común de que los parásitos sólo afectan a niños de escasos recursos. "Si bien la estructura sanitaria juega un papel importante existen otros factores determinantes en la transmisión”.
En algunos casos “la única diferencia de tener o no parásitos depende del comportamiento y de los hábitos”. Por ejemplo, cocinar bien las carnes y matar las larvas que allí se desarrollan para evitar ingerir alimentos que fueron contaminados mucho antes en la cadena de producción.
Consultada al respecto, la especialista considera que “existe una subestimación de la problemática”. Y señala: “De pronto tener piojos es natural y tener un parásito intestinal se supone que no es tanto problema”.
La minimización del tema se da también porque no “son enfermedades de índices elevados de mortalidad”, pero, tal como advierte Milano, tienen “índices elevados de morbilidad” que es “la capacidad de producir enfermedades, lo que afecta considerablemente la calidad de vida".
Uno de los parásitos de este tipo es la Taenia, un gusano que puede medir varios metros y vive en el intestino del ser humano. Este ser vivo “absorbe los nutrientes” de la persona ocasionándole “deficiencia nutricional”, lo que a su vez genera “defensas bajas” y “susceptibilidad de adquirir otras infecciones que sí pueden ser mortales”.
“El efecto de este parásito intestinal es doble: la Taenia es un parásito muy grande y toda su piel absorbe nutrientes lo que provoca, por un lado, un efecto mecánico de obstrucción por su tamaño que produce alteraciones en el normal funcionamiento del intestino y simultáneamente una competencia en la sustracción de los nutrientes: “Los nutrientes que deberían ser absorbidos por el intestino son sustraídos por el parásito, por lo tanto se produce una desnutrición”.
SÍNTOMAS Y TRATAMIENTO
Una de las cuestiones que revisten a la problemática es que es complicado realizar un diagnóstico clínico porque, tal como señala la especialista, “los síntomas son variables”. En general son indicios relacionados con malestares intestinales o bien constipación, y en algunos casos diarrea. “Son síntomas un poco inespecíficos que se pueden relacionar con otras patologías”, lo que configura otro inconveniente a la hora de identificar la enfermedad.
Con cualquiera de estos síntomas y por tratarse de una zona endémica, “el médico tiene que pensar en parásitos intestinales”. Para conocer la situación del paciente “el proceso es muy sencillo”: basta el análisis de una muestra de materia fecal para verificar la presencia o no de huevos o quistes de los parásitos. También se pueden identificar problemas al “medir los anticuerpos específicos en sangre” o a través de un diagnóstico por imagen.
Para combatir los parásitos hace falta un tratamiento farmacológico que dependerá de cada caso. Pero además es muy importante el seguimiento de la enfermedad y detectar de dónde provino la transmisión para conocer “cómo se puede cortar el ciclo de transmisión”, y darle lucha a la enfermedad.
LUCHA CONTRA LA PROPAGACIÓN
Es necesario “no solamente revisar las infraestructuras sanitarias”, sino también de “sanidad ambiental” y, lo que es más difícil: cambiar conductas. En este sentido, dice Milano: “Cambiar algunos hábitos de conducta en una población es bastante difícil y solamente se logra con acciones de educación continuas y profundas que involucren a todo el conjunto de la comunidad y que signifiquen todo un proceso de educación comunitaria y de constantes evaluaciones , diagnósticos y reevaluaciones de la situación”.
“El gran desafío”, sostiene la especialista, “es transformar el conocimiento científico puro en conocimiento científico práctico y a partir de esa transformación lograr contribuir a la formación de ciudadanos” que tengan capacidad de “intervención social”, lo que significa que “autogestionen su proceso de salud” a partir de este conocimiento.