En el 200 aniversario de su fallecimiento, Belgrano y un legado digno de imitar
Este sábado se cumplen dos siglos del paso a la inmortalidad de un prócer que no sólo se destacó por ser el creador de nuestra bandera, nuestra escarapela y participar de los hechos más importantes de aquella época que repercutieron en la historia nacional, sino de un hombre que dejó una gran enseñanza a la hora de crear una nación, luchar por ella y ser un ejemplo de solidaridad, igualdad e interés por el otro.
Hijo de una familia acomodada porteña, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano y González nació a metros del Convento Santo Domingo (lugar donde hoy se encuentran sus restos mortales), pero desde muy joven supo que en el estudio estaría su futuro y destino trazado, por eso, en el Real Colegio San Carlos (hoy Colegio Nacional de Buenos Aires) comenzó su vida intelectual junto a compañeros como Bernardino Rivadavia, Mariano Moreno, Manuel Dorrego y Juan Martín de Pueyrredón, es decir, "plantó" la semilla para lo que vendría años más tarde.
Entre 1786 y 1793 estudió en las universidades españolas de Salamanca y Valladolid y se recibió de abogado, aunque una particularidad es que en la primera de ellas se hizo muy amigo de un tal Pío Tristán, quien más tarde fue el general español que lo enfrentó en las batallas del norte de nuestro país.
Tras su estadía en España, regresó a nuestro país, donde se desempeñó como estadista y periodista en el periódico El Telégrafo Mercantil en 1801 y un año más tarde, en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, donde explicaba sus nuevas ideas económicas que provenían de su experiencia en Europa.
A pesar de ocupar el cargo de Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires, que fomentaba la industria, agricultura y comercio desde fines del siglo XVIII, Belgrano vio cómo un país propio podía ser posible sin la intervención de una monarquía extranjera, y junto a otros patriotas comenzó a idear un plan para tener una nación gobernada por criollos y naturalizados.
Primero sorteó la invasiones inglesas, en 1806 y 1807, como capitán de milicia y sin experiencia militar, y tras esta situación, comenzó las reuniones secretas en la jabonería de Hipólito Vieytes junto a este, Nicolás Rodríguez Peña y otros para gestar la Revolución de Mayo, que se logró el 25 de mayo con otros patriotas y pudo derrocar al virrey realista Baltasar de Cisneros, creando la Primera Junta de Gobierno, siendo Belgrano uno de sus vocales.
Tras esta situación la carrera de este prócer se volvió más militar, ya que primero fue enviado al Paraguay como una expedición humanitaria, pero las derrotas hicieron que el gobierno de Buenos Aires lo hiciera retroceder hasta el Arroyo de la China (hoy conocido como la ciudad entrerriana de Concepción del Uruguay), para luego enviarlo a otra expedición a la Banda Oriental, donde los españoles habían sitiado Montevideo. Ahí conoció a José Gervasio de Artigas, a quien nombró como segundo jefe interino del ejército.
Luego de su incursión por ambas regiones, Belgrano es designado como jefe del Ejército del Norte, y tras la creación de nuestra bandera, sigue su camino hacia el Alto Perú, una región dominada por excelencia por los realistas y que le asestaría al ejército de Belgrano algunas derrotas.
Mientras estaba en Jujuy y tras la orden del gobierno porteño de retroceder hasta la provincia de Córdoba, Belgrano pone un práctica un plan para complicar la situación española: se trata del Éxodo Jujeño (23 de agosto de 1812), que constaba en llevar a sus habitantes con animales y elementos indispensables, y quemar todo lo demás, es decir, dejar tierra arrasada para que los realistas no puedan aprovisionarse.
Cansado de la persecución, Belgrano decide quedarse en Tucumán y presentar batalla, que logra tener éxito el 25 de setiembre de ese año, para volver a triunfar sobre los invasores el 20 de febrero de 1813 en la batalla de Salta.
Sin embargo, las tropas de Manuel Belgrano se debilitaron al igual que la salud del general, y ahí entró en escena José de San Martín, con quienes mantuvo un encuentro en la Posta de Yatasto (Salta) e idearon el Plan Continental, que constaba en la liberación del continente americano de los realistas y que relegaba a Belgrano al plano local, donde tuvo influencia en la declaración de la Independencia en 1816 en el Congreso de Tucumán, donde participó de orador y presionó de alguna manera a los representantes de las regiones que habían llegado para debatir varios temas.
En sus últimos años, Belgrano se desempeñó como diplomático nacional en viajes por Europa y retirado de la vida militar por su estado de salud. Ya muy enfermo, se recluyó en su casa, donde en la tarde del 20 de junio de 1820 dejó de existir de manera física. Junto a él estuvo su doctor personal, el escocés Joseph Redhead, quien recibió de manos del prócer su reloj de bolsillo con cadena de oro y esmalte, que le dio el rey Jorge III de Inglaterra.
La noticia fue reflejada sólo por el periódico El Despertador Teofilantrópico y a su entierro sólo asistieron pocas personas, para despedir a quien murió pobre pero dio todo por su patria.
Lugar indicado en el momento justo
Son pocos los hombres que participaron de los eventos más esenciales de nuestra historia en los primeros años del siglo XIX, y uno de ellos fue el general Belgrano, quien tuvo acción directa en la Revolución de Mayo de 1810 y en la Declaración de la Independencia de 1816 en la provincia de Tucumán.
Si bien su "primera aventura" tuvo que ver con la defensiva en las invasiones inglesas de 1806 y 1807 en la ciudad de Buenos Aires, fue recién tres años más tarde que su nombre comenzó a escribirse en las páginas de nuestra historia, cuando formó parte de la Primer Junta de Gobierno como vocal junto a hombres como Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Castelli, Domingo Matheu, Manuel Alberti, Juan Larrea y Miguel de Azcuénaga, que lograron dar el puntapié inicial para encaminarse a una ansiada independencia.
En 1816 y tras varios pedidos de apoyo en Europa que no llegaron, Belgrano ideó junto a San Martín y Martín Miguel de Guemes, entre otros patriotas, un plan para apurar la declaración de la independencia en el Congreso de Tucumán, que contó por el lado del general salteño con la protección del norte ante el avance realista, del líder correntino en pos de necesitar la declaración para poder ingresar a Chile como un ejército nacional y no como mercenarios, y del porteño para actuar sobre los representantes de las regiones para firmar la tan ansiada declaración.
Bandera en mi corazón
Gestor de varios momentos inolvidables de nuestra historia, Belgrano fue el principal protagonista uno clave: la creación de nuestra bandera.
Aquella tarde del 27 de febrero de 1812 en la hoy llamada ciudad de Rosario, el general decidió crear un símbolo que pudiera diferenciar a su ejército de los realistas, y por eso, eligió dos bastones para la bandera, uno celeste y otro blanco, colores que se manejan de dos hipótesis presentadas por distintos historiadores: unos dicen que se debe a la devoción de Belgrano por la Virgen de Luján (ya que su monto lleva el color del cielo y las nubes) y por otro, son los que pertenecían a la Casa de los Borbones de España, de la cual provenía el rey Fernando VII.
Volviendo al hecho en sí, Belgrano se presentó junto a dos baterías (llamadas Libertad e Independencia) a orillas del rio Paraná y pidió izar el nuevo estandarte nacional (antes había creado la escarapela, el distintivo que apareció en la Revolución de Mayo de 1810), en pos de darle una identidad a sus tropas y ratificar que sus ganas de crear un nuevo país estaba latente.
Otro de los misterios que rondan es que pasó con esa "primera bandera", ya que algunos dicen que fue destruída en una batalla y otros, mencionan que fue llevada por el Ejército del Norte y fue enarbolada en Jujuy, pero luego se extravió y apareció en la Capilla de Titi (Campo de Ayohuma), y se la conoce como bandera de Macha.
FUENTE: Diario Crónica