Gustavo Valdés. Para controlar la Argentina se pone a las provincias de rodillas.
El gobernador Gustavo Valdés fue entrevistado por el director del diario Perfil, Jorge Fontevecchia. Dijo que el ministro de Economía Martín Guzmán intenta hacer las cosas bien pero no lo dejan y advirtió que hay una cuestión ideológica de fondo. Se quejó porque el Fondo Sojero nunca volvió a las provincias y por la falta de consulta a las provincias cuando la Nación adquiere deudas.
—En el reportaje de esta misma serie del año pasado dijiste que “Corrientes debe el 7% de su presupuesto. Sabemos qué es tomar deuda. Debe ser exclusivamente para inversión. La mejor inversión que uno puede hacer es tomando ahorro invertido. No solamente no tomamos deuda en general, estamos desendeudados por primera vez en muchísimos años, sino que aparte generamos un fondo que fue pensado como anticíclico que también es de garantía, que también hoy es para el desarrollo, para la sustentabilidad. Cuando proyectamos estratégicamente con esa plata, sabemos que es un capital para que las empresas se fortalezcan”. ¿Cómo viviste la aparición del debate sobre la deuda?
—Debíamos 7%. Ahora estamos debiendo el 3% de nuestro presupuesto. Bajamos la deuda. Nuestro fondo anticíclico justamente parecía pensado para este momento. Afrontar los mayores gastos por pandemia. Seguimos teniendo una provincia muy fortalecida. Argentina tiene que saber que deben preguntar a las provincias si nos conviene o no tomar la deuda. Toman deuda y emiten recursos sin ningún tipo de problemas y las que pagan son nuestras economías. Es difícil construir una provincia fuerte cuando no tenemos ningún tipo de control de la economía. Padecemos la deuda que adquirió el Estado nacional. Su emisión de recursos. Trabajamos nosotros, pero de la exportación y los derechos de exportación no nos toca un peso. Es una gran inequidad, sin embargo tenemos la responsabilidad de la educación, de la salud, de la formación de los bomberos, de la Defensa Civil, de la Justicia. Por ejemplo, el Fondo Sojero no volvió nunca.
—¿La inflación es el otro gran impuesto no coparticipable? ¿A medida que aumenta la inflación, decrece el federalismo?
—Para controlar la Argentina se pone a las provincias de rodillas, y lo que genera es agrandar más el conurbano bonaerense. Debemos hacer absolutamente lo contrario. Que cada provincia tenga sus recursos mejor distribuidos y pueda desarrollar oportunidades. Es la oportunidad de tener una Argentina distinta.
—¿Qué opinaba tu ministro de Economía sobre la economía de Macri cuando coincidieron en el gobierno?
—Macri nos devolvió 15 puntos de coparticipación. No suele decirse eso. Fue en el camino que estamos indicando. Lo fue devolviendo en cuotas. Lo criticable fue que después nos devolvieron en un préstamo que luego pisamos con la tasa a 24 puntos. Pero las provincias tienen más recursos por decisión del gobierno de Mauricio Macri. Lo que decía el gobierno anterior que era imposible, Macri lo hizo posible. Pero comenzamos nuevamente a concentrar recursos. Las provincias a este ritmo tendrán más dificultades. Comenzamos con el dólar tarjeta o turismo, o el dólar solidario, que únicamente tributa a la Nación. Eso nos perjudica enormemente. El impuesto a la riqueza lo pagamos nosotros y tributa exclusivamente a la Nación. Terminamos nuevamente con nuestras cajas complicadas. No es el caso de Corrientes. Pero si no se administra adecuadamente, tendremos nuevamente problemas. Comenzaremos a verlo en las distintas provincias.
—¿Cuál es tu evaluación de la gestión del ministro de Economía, Martín Guzmán?
—Martín Guzmán quiere hacer las cosas bien, pero no lo dejan. Hay una cuestión ideológica de visión, que es el debate. Hay que ver si le va bien o mal. No exportar carne es un error. Insisto porque nos golpea. No invertir en infraestructura para el desarrollo también. Hablamos de Hidrovía y nos referimos solamente al canal Magdalena. Pero evitamos decir que la Nación debe financiar nuestras vías fluviales a partir del río Paraná, con la confluencia del río Paraguay, hacerlo navegable hasta la represa de Yacyretá y que sea navegable por todo Misiones. No veo a nadie preocupado por eso. Provincias como Santa Fe al norte, o como Chaco, necesitamos obras de infraestructura portuarias. Toda la plata federal está yendo a resolver los problemas de navegabilidad que convienen a las provincias centrales.
—Entre los 32 partidos políticos que componen tu frente se encuentran componentes vinculados a la historia del peronismo, como el Partido de la Concertación Forja, el Partido Conservador Popular o el Partido Laborista. ¿Cómo se logra?
—Poniendo objetivos de desarrollo del conjunto. El peronista quiere que Corrientes se desarrolle, al igual que el radical. El problema es que si no explicamos a la ciudadanía qué queremos, nunca podremos construir una alianza. Busco que los partidos coincidan en objetivos. No importa que sean peronistas, liberales, autonomistas o del partido que sea. El objetivo es el desarrollo. Debemos hacer ese esfuerzo. Todos tienen algo para aportar. Cuando tenemos un porcentaje de votos tan importante y consenso, es el momento de llamar a todos. No cuando nos estamos cayendo y llamamos a la construcción, en realidad buscamos un salvavidas para no caernos, no perder el timón del poder. Hay que ser generoso cuando uno está en la cima del poder y ser abarcativo. Ya trazamos los objetivos de Corrientes 2030. Lo tenemos escrito y presentado a la sociedad. Es un mandato constitucional. Hacia ahí vamos. Es lo que tiene que hacer la Argentina. ¿Hace cuántos años que discutimos la construcción del segundo puente Chaco-Corrientes? Lo prometió Cristina, Macri, estamos peleando con Alberto. Es una obra necesaria. Vale 700 millones de dólares y a nadie le interesa la construcción. Son objetivos que tiene que cumplir la Argentina, como norte grande, o la unión de San Juan con Chile. Son objetivos de todos los partidos políticos. Sean radicales, sean peronistas, sean kirchneristas, sean del PRO. Debemos tener un plan maestro de desarrollo. Si ni siquiera nos ponemos de acuerdo, es difícil que la gente vuelva a creer en la política.
—¿Por qué se puede lograr en lugares como Corrientes o Santiago del Estero y no a nivel nacional?
—Hay un dicho famoso que dice que no importa si el gato es blanco o negro, lo importante es que cace al ratón. Estuvimos con Pepe Mujica, que pudo venir a Corrientes y decía: “La gente no come ideología”. Debemos resolver lo esencial, que la gente tenga educación, que pueda llegar lo mejor posible a fin de mes, resolver los problemas de sus hijos. Lo que pide la gente es lo mínimo que tiene que resolver la política. Sé que es difícil. Pero conversar, escuchar, sentarte con un empresario a preguntarle qué puede hacer el Estado para que produzca más trabajo es esencial. Cada trabajo que se produce es una solución que recibe el Estado. El empresario no es enemigo del Estado, es un aliado fundamental. Hay que lograr que le vaya bien. Y que distribuya bien la riqueza, que pague buenos sueldos si tiene utilidades. No nos podemos colgar permanentemente del empresario porque lo terminaremos fundiendo con impuestos. Son 250 mil impuestos. El empresario está más preocupado en resolver la burocracia del Estado. Pero en realidad lo que quiere es trabajar. Debemos simplificar las cosas para que pueda generar más empleo. Hoy nadie quiere trabajar en blanco. En Corrientes hay unos 120 mil planes; en Argentina 24 millones de planes sociales. Ayudan, no digo que no, pero nadie se hace rico con un plan social.
—¿Hay personas que no quieren trabajar en blanco porque pierden el plan social?
—Absolutamente. Te dicen: “Dame trabajo, pero no me pongas en blanco”. Cuando se registra la formalidad, todos los números aparecen errados. Es imposible hacer un diagnóstico. La gente lo único que quiere es trabajar. Las changas terminan siendo el empleo formal. Y el empleo formal termina siendo una changa. Sin embargo, el Estado, cuando encuentra un trabajador que no quiere ser blanqueado, sanciona. Tenemos un matete y el empresario termina huyendo. Nadie quiere venir a la Argentina a invertir. No se pueden sacar dólares, no se puede tener una renta más o menos confiable. Hay diez tipos de dólares, no se sabe qué va a pasar al día siguiente. No se comprende la coalición de partidos políticos. Es difícil así.
—¿Por qué a nivel nacional los gatos sí son blancos o negros, aunque cacen ratones?, ¿son diferentes y parecen no serlo a nivel de no pocas provincias?
—Porque nos sentamos con todos los sectores. No importa si sos radical, peronista, liberal. La pregunta es cómo te puedo ayudar. No me importa cuál es tu partido político. Y el Estado debe estar a disposición del ciudadano, del empresario, del médico. Tenemos un eslogan: “Corrientes somos todos”. Trabajamos para 1.130.000 correntinos. Esa es nuestra disposición. Todos tenemos nuestra ideología, pero la clave está en poner el Estado Nacional al servicio de la provincia, el Estado Nacional al servicio de todos los ciudadanos.
—Tu papá fue intendente. Cuando uno habla con los actores de la política se repite la idea de que un intendente puede resolver los problemas concretos como la luz o el asfalto. Un buen administrador que se dedica a trabajar tiene las herramientas para solucionar los problemas de la gente. Lo mismo sucede con el gobernador. Pero con el presidente, las demandas son de tal magnitud que exceden las posibilidades de cualquiera. ¿Puede estar allí el galimatías de que cuando se llega a ese nivel no se pueden producir las uniones que sí se logran a nivel provincial?
—El que tiene más poder es el que más puede resolver problemas. Es una cuestión lógica. El presidente puede resolver más problemas; el gobernador un poco menos y el intendente aun menos. El tema de vivienda es un problema que puede resolver el presidente, no puede un gobernador ni mucho menos el intendente, más allá de paliativos circunstanciales. El problema económico debe resolverlo el presidente, es lo que más golpea a la gente. Tal vez no el problema de educación ni el de la salud, porque tenemos nuestra responsabilidad. Tenemos una visión clara de lo que debe hacer hacia adelante para mejorar la República Argentina. Trabajar y escuchar a los gobernadores en serio, que los ministros no crean que están por encima de los gobernadores. En el área productiva, que venga el ministro de la Producción y se siente con un gobernador para ver qué ayuda y solución puede brindar el Estado federal. Y no que el gobernador vaya atrás del ministro. Esa es la actitud que hay que tener. Disposición para resolver el problema. No importa si es gobernador radical, peronista o de cualquier partido político. Es lo que se valora en el momento de emitir el voto.
¿Hay un renacimiento del radicalismo?
—El radicalismo llega a un momento en el que debe comenzar a renacer. Veníamos trabajando increíblemente bien en los últimos tiempos. Con Fernando de la Rúa el radicalismo se pegó un golpe importante. Es el momento de demostrar que existen muchos radicales con vocación de poder, que quieren gobernar, crecer, y un radicalismo con gran extensión territorial y experiencia. Es un partido de 130 años que pide cancha para volver a ser opción de poder.
—Vos comenzaste en la política influenciado por Raúl Alfonsín. Lo mismo se puede decir de Ernesto Sanz o, incluso, del gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora. ¿Le toca ahora a la generación hija del fenómeno de Alfonsín?
—Exactamente. Hija, y ya comienzan los nietos. Tenemos muchos dirigentes que empiezan a ocupar cargos públicos inspirados también en los que se inspiraron en Alfonsín. La generación alfonsinista en la Unión Cívica Radical nos llena de orgullo. Abrevamos todo el tiempo en la figura tan preponderante para Argentina.
—Los nietos empiezan a militar. ¿Los hijos empiezan a ganar gobernaciones?
—Eso se está viendo parejo en toda la Unión Cívica Radical. Hubo una explosión de participación, por lo menos acá en Corrientes. Hay un renacer del radicalismo que nos llena de esperanza a los nuevos líderes a nivel nacional. Anteriormente no teníamos liderazgos marcados o sobresalientes. Sucede en Capital Federal con Martín Lousteau y otros líderes, más otros que se incorporan como Adolfo Rubinstein y otros tantos. También en la provincia de Buenos Aires con Facundo Manes, Maxi Abad, Daniel Salvador, y en varias provincias argentinas. Los radicales necesitamos recuperar la vocación de poder.
—Manes también comienza con Alfonsín. Tenía 14 años en una foto que se difundió en Rosario. ¿Puede ganar la interna en la provincia de Buenos Aires?
—Es un excelente candidato a diputado nacional. Le dará esa fuerza que necesitaba el radicalismo en Provincia. Era realmente muy fuerte, debe comenzar a creer que la renovación de sus figuras implica también la posibilidad de llegar al gobierno nacional y de la provincia de Buenos Aires, de la Capital Federal. Es importante para el radicalismo y el espacio en general. Lo fortalece. Tener partidos fuertes potencia a Juntos por el Cambio.
—Gerardo Morales no puede volver a ser reelecto en Jujuy y tiene expectativas de ser candidato nacional en las próximas elecciones de 2023; planteaba la necesidad de que haya un candidato radical a la presidencia. ¿Cómo toma el PRO esta avanzada?
—El PRO no es dueño de la Unión Cívica Radical. Nadie será nunca dueño de la Unión Cívica Radical. Un radicalismo fuerte es lo mejor que le puede pasar a la construcción política que compartimos. Tampoco está mal que nosotros tengamos un gobernador, un diputado nacional o un presidente. Aportamos al espacio. El radicalismo tiene experiencia suficiente para aspirar a conducir. Va por el buen camino.
—¿El PRO no tiene en el interior la penetración a la que aspiraba y finalmente termina siendo una expresión del AMBA?
—El radicalismo es el que tiene extensión territorial. Pero en cierto sentido es como si nosotros hubiésemos perdido la casa matriz. Teníamos la mayor fortaleza en Caba y provincia de Buenos Aires. Y fuimos desplazados. Ahora el radicalismo reclama ese liderazgo natural, que se recompone en el tiempo. Al tener figuras resonantes en tales lugares, adquiere otra potencia política y nos permite, por qué no, aspirar a gobernar la Argentina. Eso no debe asustar a los partidos que componen nuestro frente. El PRO también es un partido más nuevo que el nuestro. Y en cada ciudad de la Argentina hay un radical dispuesto a pelear por la camiseta, a seguir aportando a la historia de la continuidad del radicalismo.
—El radicalismo ganaba siempre en la Ciudad de Buenos Aires en la época en que no se elegía jefe de Gobierno. Raúl Alfonsín era de la provincia de Buenos Aires. Pero perdió lo que fuera la casa matriz y eso fue lo que le dio al PRO su emergencia. Se dice que, después de la modificación de la Constitución a mediados de la última década del siglo pasado, hay una centralidad alrededor de la visibilidad de los candidatos de Buenos Aires. ¿Para que el radicalismo recupere esa centralidad y tenga un candidato a presidente debe recuperar también la casa matriz?
—Sin dudas. La mayoría de los votos están concentrados en ese lugar. Debemos tener expectativas de poder en ese lugar. Pero no necesariamente tiene que ser un candidato de Caba o Provincia. Los argentinos conquistamos la democracia en 1983; pero desde entonces lo que no se recuperó es el federalismo. Es la gran pelea que tenemos fundamentalmente los gobernadores del norte para construir una nación más equitativa. Si recuperamos ese federalismo, construiremos provincias fuertes y no será preciso emigrar en búsqueda de mejores oportunidades al Conurbano o a la Capital. Podemos contribuir a resolver el problema hasta ahora irresoluble del tercer cinturón de la Provincia. Hay que trabajar para que las provincias reciban lo que les corresponde. Nos pasan las obligaciones, pero el gobierno federal se queda con la economía. Reclamamos una Argentina más justa.
—La tecnología hizo que los canales de televisión de Buenos Aires pasaran a ser nacionales y los canales de noticias pasaran a ser vistos en cualquier bar del país. ¿El consumo de medios está focalizado exclusivamente en lo que pasa en la Ciudad de Buenos Aires?
—Influye. Se enciende el televisor a la mañana en cualquier punto y se ve un choque en Caba. Finalmente se discute la agenda porteña o la de la provincia de Buenos Aires. A la Capital Federal y la Provincia no les importa mucho qué pasa en las provincias. Pasa que hay medios que terminan confundiendo las capitales de provincias. Dicen que Posadas está en Corrientes, cosas de ese estilo. En una visión más clara de Argentina, las economías regionales son fundamentales. Hablamos de estos temas, pero nunca se resuelven estas cuestiones.
—¿Sintetizo tu pensamiento al decir que el peronismo y el radicalismo son partidos que representan a todo el país y en los últimos años, a partir de la crisis de 2002, emergieron dos subgrupos: un partido porteño que sería, exagerando, el PRO y un partido del Conurbano que es el kirchnerismo?
—En parte es así. El kirchnerismo tiene más extensión territorial. Pero debe resolverse de manera federal lo que ocurra dentro del radicalismo, el kirchnerismo, el PRO. Por eso decía que Argentina todavía no pudo conquistar el federalismo. Debemos contar con recursos hacia las provincias para que puedan hacer sus propias rutas, puertos, hospitales, aeropuerto. Por ejemplo, al aeropuerto de Paso de los Libres lo pasaron a la provincia; pero no puedo conseguir la autorización para hacer el aeropuerto, por más de que tenga los recursos. Hay que llevar los planos de lo que ellos mismos te pasaron. Son múltiples las trabas. A nadie le importa en Buenos Aires si tengo o no aeropuertos en Paso de los Libres, pero para nosotros es central. Es el país que no queremos, que debemos cambiar. Hay que resolverlo con celeridad. En una ciudad tan importante como Paso de los Libres no puede bajar un avión sanitario. Me ofrezco a buscar a los inspectores, al Orsna. Me ofrezco a ir personalmente para que me autoricen para que haya inversiones en un aeropuerto. Es vergonzoso, y nos ocurre todos los días. La gente pide soluciones concretas, aunque sean pequeñas, todos los días. Que dejemos de mirar solo la macro. Que los gobernadores tengamos posibilidad de resolución de problemas, que muchas veces son federales y que la Nación no puede solucionar. Nos pasó con la gente que quedó varada en el puente de Paso de los Libres-Uruguayana. Lo resolvimos nosotros. Era una cuestión federal, pero lo resolvemos nosotros. Ese es el poder que necesitamos los gobernadores. Ser más escuchados por los funcionarios federales que miran exclusivamente a Buenos Aires y el Conurbano.
—¿El 70% de la gente está vacunada con segunda dosis en Corrientes?
—No tengo el dato exacto. Lo que hacemos es una distribución lo más equitativa posible. Tratamos de vacunar a todos en proporción a las dosis que nos manda el gobierno nacional.
—¿Cómo analizás la gestión de la crisis sanitaria y cuáles son tus diferencias con el gobierno nacional?
—Concentramos la atención en un solo hospital. Hicimos un hospital covid-19 para mil personas. Generamos 300 unidades de terapia intensiva. Y si llegáramos en algún momento a ocupar ese hospital completo, recién comenzaría a responder todo el sistema de salud. Llegamos a ocupar el 35%, 36% de las camas UTI. Trabajamos para evitar que la persona contagiada llegue a la intubación. Nos permitió tener una de las tasas de letalidad más bajas del país. Nos dio muy buen resultado. Lo hicimos trabajando con los médicos, enfermeros, los terapistas de Corrientes. Tienen trayectoria y calidad médica. Afrontamos muy bien la pandemia y con libertad.
—El 75% de los mayores de 60 años están vacunados con segunda dosis. ¿El triunfo electoral se explica también por la gestión durante la pandemia?
—Todo influye: la labor contra el coronavirus, las obras públicas, la imagen del gobierno, la del gobierno nacional, los candidatos. Pero es un componente importante el trabajo contra el coronavirus. Repercutió mucho la creación del hospital de campaña, tomada como una medida muy justa por parte de la población en general. El que no tiene los recursos y el que sí los tiene, todos tuvieron la misma calidad de atención.
—En otros países, en las elecciones generales los oficialismos que fueron a las elecciones perdieron. Existía un temor de que en la Argentina sucediese lo mismo, pero en las elecciones que hubo hasta ahora, Salta, Jujuy y Corrientes, gana el oficialismo provincial. ¿Qué sucederá en las PASO y en noviembre?
—Es una elección legislativa. En la elección de gobiernos comunales recuperamos algunas ciudades y perdimos otras, pero dentro de nuestro mismo espacio. De las 47 ciudades, perdimos una. En el resto recuperamos o validamos. La gente va a reconocer a los gobernantes que actuaron bien. A aquellos oficialismos que se movieron mal, los va a juzgar y no los acompañará.
—¿Cuál es tu evaluación del oficialismo nacional?
—Es lo que deberemos evaluar, no sabemos cómo. Hay que ver cómo golpearon las cosas de público conocimiento, sobre las que el ciudadano conformará su imagen. El gobierno nacional está golpeado. Debe corregir el rumbo en materia económica, en lo referido al covid-19, algunas cuestiones referidas a la vacuna que la gente reclama. Si corrige antes de fin de año, puede andar dar bien. La gente se vacuna y comienza a mirar la cuestión económica. Si no la corrige puede estar en dificultades.
—¿Hablaste con Miguel Arias, el diputado provincial baleado antes de las elecciones?
—Me enteré de su situación justo cuando estaba haciendo el cierre. Repudiamos todo este tipo de episodio. Estamos investigando cuál fue la causa, si era para él o no. Está sujeto a investigación la distancia del tiro. Pusimos todos los medios del Estado, tanto federales como provinciales. Conversé con el diputado Arias. Gracias a Dios evoluciona con normalidad. Ojalá que pronto podamos saber qué pasó exactamente.
—¿Cuál es tu conjetura?
—Creo que el disparo pudo no haber estado dirigido hacia el diputado. Es un arma de puño, de bajo calibre, un 22. A esa distancia le pudo haber dado a cualquier persona. No parece una situación planeada como un atentado político. Pero es una conjetura. Ojalá podamos saberlo, porque pone en jaque a todo el sistema. La alegría es que está bien y que la puede seguir contando.
—¿La situación afectó el proceso electoral?
—Creo que no. Fue la elección más tranquila desde 1983 hasta hoy. Fue una elección muy calmada. Por lo menos de parte nuestra no hubo ningún tipo de agravios. Veíamos que veníamos muy bien y fueron los números que se reflejaron. No tuvo mayor influencia, pero nos conmociona. Que nos ocurra algo así es absolutamente conmocionante. Luego de que falleciera mi compañero de banca Miguel Olivares en Buenos Aires, no lo vimos como una cuestión relacionada a la violencia política. Le pregunté al diputado Arias si había tenido alguna amenaza o algo por el estilo y me dijo que no la tuvo en absoluto. La Justicia correntina debe develar qué pasó con ayuda nuestra. Fue un episodio absolutamente lamentable.
—¿La diferencia era tan grande que lo sucedido no podría tener un fin político?
—Es difícil. Más lo considero como un acto demencial que organizado. Se debe tener una gran precisión a 20 o 25 metros con un arma de puño. Es una situación extraña. Estamos absolutamente sorprendidos. Ojalá podamos averiguar qué pasó. La policía trabaja intensamente por orden de la fiscalía.
—¿En el porcentaje superior al 70% cuánto hay de la gestión, de la crítica al gobierno nacional? ¿Cuánto es tuyo, del radicalismo y cuánto de Juntos por el Cambio?
—Un 70% es de armar la gestión, una buena alianza, y un 30% tiene que ver con que del otro lado está la gestión nacional. Corrientes no es una provincia que vota al peronismo generalmente. No tener un candidato claro, estar intervenido y los problemas internos del peronismo le jugaron una mala pasada y nos permitió hacer una muy buena elección. Fundamentalmente es por la gestión, el trabajo que venimos haciendo. Es una elección provincial.
—¿Te llamaron Mauricio Macri u Horacio Rodríguez Larreta?
—Hablé con Macri el jueves antes de la elección. Me llamó. También hablé con Larreta. Me felicitó por el triunfo. Por supuesto vino Alfredo Cornejo, hablé con Mario Negri, estuvo Luis Naidenoff, los dirigentes del radicalismo, vino Facundo Manes, gente de Ushuaia, de La Rioja. También diputados, ex compañeros de banca. Vino Julito Martínez, José Cano, Martín Arjol de Misiones. Vino el doctor Rubinstein de la Capital. También Ernesto Sanz.
—Corrientes fue la casa matriz.
—Un ratito.
—Al ser reelecto, este es tu segundo mandato, sin una nueva reelección.
—Exactamente. Tenemos dos tercios en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. Quiere decir que la República está garantizada en Corrientes. No voy a ser gobernador. Si no, somos demócratas en el llano y autócratas en el poder y no queremos irnos más. No vamos a reformar la Constitución para un nuevo período de este gobernador.
—¿Querés seguir la carrera a nivel nacional y solucionar esos problemas que te tienen tan enojado?
—Veremos qué pasa. Quedan cuatro años y medio. Ojalá pueda hacer una excelente gestión y trabajar por los correntinos. Los correntinos me dieron una gran responsabilidad, junto a la gran satisfacción de representarlos por un período más con un porcentaje realmente histórico. Tengo un compromiso gigantesco con Corrientes. Ojalá que, como decía Carlos Menem, no los defraude. Haré todo lo posible por pelear por los recursos de Corrientes, que esté un poquito mejor, y tratar de resolver los problemas pequeños, puntuales.
—¿Cómo será la disputa interna entre el radicalismo y el PRO para 2023?
—Debemos resolverlo conversando, con la participación de todos. Si no, terminamos construyendo una mesa de Cambiemos o Juntos por el Cambio, exclusivamente con los dirigentes de Capital Federal y de provincia de Buenos Aires. Se precisa una mesa participativa donde todos estemos sentados y opinemos. Los radicales, la gente del PRO y la de Lilita debemos estar en una mesa nacional en la que todos nos sintamos representados con el objetivo de ser una opción de gobierno y construir el país federal que resuelva los problemas estructurales de la Argentina.
—¿El PRO y Juntos por el Cambio y los candidatos a presidente y vicepresidente durante 2015 y 2019 eran excesivamente porteños?
—Son porteños. No hay problema con dónde viven, el problema es cómo distribuyen. Uno puede ser federal desde la Capital Federal y puede ser unitario en lo económico desde el interior del país. Necesitamos distribuir adecuadamente. Tenemos cien por ciento de responsabilidad con la educación, salvo de las universidades. Lo mismo sucede con el sistema de salud, la responsabilidad policial en las ciudades. La importancia de los estados provinciales es gigantesca. Sin embargo, recibimos solamente el 40% de los recursos. Si apretamos con impuestos, las empresas migrarían a Buenos Aires. Allí tienen mayor mercado, capacidad, competitividad. Están al lado del único puerto que funciona. Necesariamente nos convierten en un Estado pobre y los culpables somos nosotros mismos, los empobrecidos. Es la lógica que debemos romper para lograr una Argentina más justa y uniforme, si no no saldremos del estancamiento.
—¿Hay una mirada miope porteña que va más allá de la coparticipación?
—Se miran el ombligo todo el tiempo. Solo trasciende lo que ocurre en AMBA. Lo que pasa en el interior no se discute. Si no pensamos que todos somos Argentina, será difícil. Todo el tiempo la Argentina discute necesidades del conurbano bonaerense. El subsidio al transporte es diez veces superior en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal que en el interior. La energía eléctrica la producimos nosotros y es más barata allí. Debemos discutir otra Argentina. Se vota conforme lo que necesita el país central. No estoy en contra de la Capital Federal. Pero se debe contar con una distribución más equitativa. Prevaleció una mirada de la democracia en base al unitarismo fiscal. Debemos cambiar esa visión, discutir las necesidades en otros términos. Por ejemplo, la prohibición de exportación de carnes perjudica muchísimo a Corrientes. Y fue algo inconsulto.
—El 95% de los criadores de ganado de Corrientes son pequeños productores.
—A ver, de los 26 mil productores de carne que tiene Corrientes, 22 mil tienen menos de 300 cabezas de ganado. Se perjudica al pequeño productor. Fundiremos a esa persona que manda a su hijo a la escuela, que puede cambiar su camioneta para ir al campo, que vive de manera autónoma con su producido. Y a veces parece que a nadie le importa.
—En una suerte de benchmarking, de comparación de un lado y del otro del río Uruguay, ¿cómo lo harías con los gobernadores del sur de Brasil en la lucha contra el covid-19?
—Abordamos mejor que ellos la lucha. Los sistemas son diferentes, incluso con algunas provincias. El 85% de la salud depende del estado provincial en nuestro caso. Del otro lado del río Uruguay la salud es prácticamente privada. No tiene tanta fortaleza la salud pública. Tuvieron inconvenientes, pero se trabajó de otra forma. Lo mismo ocurre con otras provincias vecinas. En esta elección, se vio la fortaleza de la salud pública. La cepa que circula por Corrientes es la de Manaos, producto del ingreso y egreso de camiones tanto por Santo Tomé-San Borja como por Paso de los Libres-Uruguayana. Comenzó esa circulación más rápido, pero es producto del manejo del otro lado de la frontera.
—¿Los brasileños no quisieron pasarse a Corrientes o los correntinos cruzar?
—No. El cruce turístico estaba prohibido. La única categoría abierta era la categoría tripulante, específica para los conductores de camiones, la única habilitada hasta hoy. Algo que afectó al turismo. Aún no hay mayor contacto con Brasil. Hay gente que hace año y medio que no ve a su familia, tanto de esa zona como de aquella en la que limitamos con Paraguay o Uruguay. En algún momento deberá abrirse y hay que ver cómo se comporta la población en ese momento.
—¿Del otro lado del río Uruguay hay 75% de la gente de más de 60 años con dos dosis?
—Uruguay está mucho más avanzado que nosotros. Tienen un sistema de vacunación muy fortalecido. Es cierto que su población es más chica. Estimo que nosotros estamos mejor que Brasil. Sí controlamos el orden de la vacunación en cuanto a franjas etarias. Vamos a buscar a la gente que necesitamos vacunar en segunda dosis incluso a las casas.
—En una suerte de benchmarking, de comparación de un lado y del otro del río Uruguay, ¿cómo lo harías con los gobernadores del sur de Brasil en la lucha contra el covid-19?
—Abordamos mejor que ellos la lucha. Los sistemas son diferentes, incluso con algunas provincias. El 85% de la salud depende del estado provincial en nuestro caso. Del otro lado del río Uruguay la salud es prácticamente privada. No tiene tanta fortaleza la salud pública. Tuvieron inconvenientes, pero se trabajó de otra forma. Lo mismo ocurre con otras provincias vecinas. En esta elección, se vio la fortaleza de la salud pública. La cepa que circula por Corrientes es la de Manaos, producto del ingreso y egreso de camiones tanto por Santo Tomé-San Borja como por Paso de los Libres-Uruguayana. Comenzó esa circulación más rápido, pero es producto del manejo del otro lado de la frontera.
—¿Los brasileños no quisieron pasarse a Corrientes o los correntinos cruzar?
—No. El cruce turístico estaba prohibido. La única categoría abierta era la categoría tripulante, específica para los conductores de camiones, la única habilitada hasta hoy. Algo que afectó al turismo. Aún no hay mayor contacto con Brasil. Hay gente que hace año y medio que no ve a su familia, tanto de esa zona como de aquella en la que limitamos con Paraguay o Uruguay. En algún momento deberá abrirse y hay que ver cómo se comporta la población en ese momento.
—¿Del otro lado del río Uruguay hay 75% de la gente de más de 60 años con dos dosis?
—Uruguay está mucho más avanzado que nosotros. Tienen un sistema de vacunación muy fortalecido. Es cierto que su población es más chica. Estimo que nosotros estamos mejor que Brasil. Sí controlamos el orden de la vacunación en cuanto a franjas etarias. Vamos a buscar a la gente que necesitamos vacunar en segunda dosis incluso a las casas.